jueves, 16 de diciembre de 2010

Mi muñeca está llorando

La ví desvanecerse entre las gotas de lluvia que se arrastraban en caída sobre el vidrio de la ventana. El viento arremolinó unas cuantas partículas de agua sobre su rostro y sus ojos quedaron al descubierto.

Aquellos ojos poseían un no sé qué y un qué se yo que capturaron mis sentidos. Toda mi atención se centró en esa mirada perdida en el vacío de un cielo que regalaba sus lágrimas. Parecían dos círculos flotando entre las ondas del mar. Comencé a jugar con mis pensamientos indagando al silencio sobre aquella muchacha que regalaba sonrisas a la lluvia. Pómulos rosados resaltaban el celeste de algodón de un mar de blanco. Sus labios finos desprendieron palabras al aire que se fundieron con su pelirojo pelo largo que juguetón las atraía como sirenas a marineros.

Había sido una visión deslumbrante que no pude ni quise sacarme de mi mente. Aquella había sido un arcoiris cuando la lluvia cesó su visita.

Mi vecina, una sirena pelirroja con ojos de cielo. Una muñeca. Mi muñeca que estaba llorando cuando la lluvia desprendió su última lágrima. Mi muñeca estaba llorando y no sabía por qué. ¿Cuál era el motivo? Debía investigarlo, debía saber, debía hacer algo.

Quizás sólo necesitaba un camino para llegar a mis brazos, yo lo pintaba. Quizás el frío congelaba su dulce cuerpo, mis brazos pueden ser un abrigo cálido, se los entregaría. Estaba llorando... quizás un amigo con quien hablar, pero no podía ser yo.

No me contuve, sus lágrimas eran mías y corrí hacia su puerta recia de hojalata. El timbre retumbó sobre mis oídos mas ella aún estaba contra la ventana escurriendo angustia. Esperaba por mí. Lo sabía. Allí. Mi respiración entrecortada sumbaba amor por ella. El silbido de mi corazón cantaba una sonata de encuentro. El timbre volvió a retumbar en mis tímpanos y ella dejó aquel pedestal de ventana. Había desaparecido del lugar donde mi muñeca lloraba. Muñeca de porcelana de injertos rojizos. Piel de porcelana suave y tersa. Ella llegaría a mis brazos en un suspiro que atraparía entre mis labios.

Aquellos minutos fueron eternidad. Esperé y esperé por ella. Esperé por contemplar esos ojos celestes ante mi rostro. Aquel rostro de porcelana se fundiría con el mío. La puerta se abrió. Ella salió al umbral de la puerta. Allí estaba ella, erguida y hermosa, suave y deslumbrante. Mirando mas allá de mi entendimiento por sobre mis hombros. Sus mejillas húmedas por las lágrimas conmovieron mi ser. Allí estaba mi muñeca de porcelana esperando por mí.

-¿Sí? ¿Quien és?

El amor lo pudo todo, a pesar de sus ojos perdidos en la inmensidad de horizonte mis brazos fueron su abrigo y pinté un camino junto a ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario