miércoles, 22 de diciembre de 2010

Testimonio

Por 29 años no creí en nada, ni en mi propia sombra. En mi casa prácticamente la palabra Dios estaba prohibida. Lo poco que sabía de Dios lo sabía por mi tía Haydee que era católica o por mi madre que asistía también a la iglesia católica de vez en cuando. Pero hablar de la palabra de Dios o leer la Biblia, inadmisible, además de esto mi padre es un ateo acérrimo, lo cual ayudó a mi descreimiento.

Hoy si miro hacia atrás veo varias cosas que sumaron en mi corazón a enojarme con Dios. Estaba enojado, le tenía bronca hasta odio le diría yo. Antes era de enojarme con cualquier cosa, me prendía fuego y muchas veces ese fuego era por dentro. Me quemaba a mí mismo y no explotaba pero por dentro quería romper todo, patear el tablero mal.

La odisea por el mundo comienza a mi ocho años, cuando muere mi mejor amiguito de una enfermedad que no recuerdo. Iba siempre a su casa a jugar. Maxi Cardozo se llamaba. El padre era marino y cada tanto aún me lo sigo cruzando. El tema era que me enojé con Dios porque no podía entender como un Dios que supuestamente era bueno, se había llevado a un nene. Mi madre me dijo que estaba con los ángeles y toda esa mar en coche que fue como soplar contra el viento. No lo pude aceptar. Y lo peor venía cuando ya de grande me cruzaba con su padre al que siempre saludo. En esos momentos lo veía a él y me venía una punzada en el corazón, como que alguien metiera el dedo en la llaga pero con saña. Hubo una vez que, creo tenía unos 20 años y me lo cruzo en una esquina cerca de donde vivo. Lo saludé. Yo estaba llendo para mi casa y cuando lo despedí, camine unos pasos de espalda a él y no pude contener el llanto. No pude. Me destrozó, ver el padre de mi amiguito. Lo primero que pensé fue en lo que el padre sentiría al verme a mí de 20 años, el amiguito de su hijo. ¿Cómo te sentirías en los zapatos del padre? Así, como un garrotazo y me desintegré en llanto. Estuve fácil 1 hora llorando sentado al borde de la cama. Y lo que decía en voz alta era ¿por qué? Un nene, en vez de llevarse un violador, un asesino, no, un nene de 8 años. ¿Qué mal podía tener? Pero bueno, en ese momento no lo ví como lo vería ahora. Dios lo permitió por algo, son esas cosas que a uno lo sacuden y es para que en vez de mirar el jardín arruinado veamos el bosque hermoso que se cierne en el horizonte.

A mis quince mi tía Haydeé muere de un cáncer que la carcomió por dentro. Ya para esa época fumaba y no me importaba nada. Ni siquiera que me descubriesen como lo descubrió mi madre. No me importó, seguí con la mía. La rebeldía de un adolescente tomando los malos ejemplos. Otro detalle que me golpeó mi corazón, que la tía, era una mujer devota a Él. Se murió virgen e iba como mil veces por día a la Iglesia. Ella era católica. Mas aversión a la religión y sobretodo a la católica. Gracias a Dios me alejé de la idolatría católica por los santos. Pero aún así mi bronca, mi odio por Dios iba en aumento. Seguía cuestionándolo por sus decisiones. Para mí esa tía había sido muy querida y buena, mas allá que ella tendría sus rollos y carácter. A eso sumémosle que antes mi abuela estaba postrada en silla de ruedas por una enfermedad y que después fallece. Otra mujer que para mí fué muy buena y amorosa.

Después a mis 17 años cuando estaba empezando quinto año, en medio del desempleo de mi viejo, mi abuelo que había caído en el deterioro repentino se suicida y tuve la fortuna de encontrarlo yo primero. Ver el arma, su agonía final y tener que pasar por ese tramiterío de la policía. Ahí, en ese momento, obviamente estar cimentado en arena, ése suceso me desbarató. Me retrotraje y empecé a regar cada vez más esa semilla de ira que tenía en el corazón.

Ya para esa época escuchaba bandas que identificaba por lo que sus letras decían. Era inconformismo, ira, falta de límites, levantarse contra la autoridad, estar enojado contra todo lo que se me pusiera enfrente. Empecé a desarrollar una idolatría por aquellos cantantes que expresaban cómo me sentía. Y me sentía lleno de ira, odio y bronca. En ese momento no sabía hacia quién eran esos sentimientos. Pero hoy puedo decir que la falta de perdón me tenía agonizando y era un títere del enemigo. Me metí en cualquier tipo de antro, tomar alcohol para mí se había convertido en algo común y cuando opté por dejar de tomar tanto, año nuevo vida nueva, a los pocos meses estaba en la misma. Me veía a mi mismo como un saco de basura, tenía baja autoestima y por sobretodas las cosas estaba resignado. Resigné muchos sueños, proyectos y hasta la oportunidad de tener una familia. En un momento creí que lo podía lograr con mis fuerzas pero comenzaba y ahí terminaba sin nafta.

Ya para este momento mi dolor interno lo exterioricé con dos brazos tatuados completamente. Traduje el dolor interno hacia afuera y así me sentía bien conmigo mismo. Me mentía diciendo que era arte. Sin embargo, tatuarme me daba placer, me sentía vivo. Sí, vivo porque sentía el dolor sobre mi piel y era como reconocer que aún no estaba muerto. Pero la muerte me rondaba de cerca. Tuve mucho espíritu de muerte en mi familia y espíritu de suicidio. Tanta era la cadena que me ataba a esos sucesos pasados que mi mente comenzó a jugar con el pensamiento de matarme. Total, nadie me iba a extrañar. Me sentía solo. Siempre me sentí solo y enojado contra todo lo que estuviera a mi alrededor. Yo sé lo que es ver un cruce de trenes o las ruedas del tren o del subte con cariño, hasta conozco el pensamiento de sostener un arma entre las manos y considerarlo seriamente. Muchos de mis amigos y/o conocidos no lo saben. Pero yo les digo para que sepan, el que quiere suicidarse no se lo cuenta a nadie y se muestra con un disfraz de cierta felicidad mientras que el que avisa sólo llama la atención. Hoy sé que si uno quiere que otro cambie tenemos que cambiar nosotros y qué mejor que de la mano de Jesús.

Para ese entonces con 29 años, mi vida era completamente gris, la depresión era mi hermano siamés. Mi trabajo era estanco, mi vida personal completamente lúgubre y mis proyectos repletos de polvo. Así transcurría mi vida, del trabajo a mi casa, de mi casa al trabajo. Pasaba horas viendo televisión o películas para escapar de mi realidad. Vivía en una casa con paredes descascaradas, una cocina sin tapa del horno, una bombita de luz colgando del techo y el jardín era una mezcla de ciudad apocalíptica con escombros y una jungla de yuyos tan altos como yo. Las persianas de las ventanas siempre cerradas, recuerdo decirle a quien hoy es mi esposa que para qué abrir las ventanas si no tenía nada bueno para ver. Así vivía yo. Mi soledad se había convertido en mi novia, y la idea de casarme y formar una familia se había esfumado hacía rato. Creía que no me lo merecía, que no valía ni un centavo, que nadie se fijaría en mí y que por lo único que podían acercarse era por mis tatuajes. Tenía baja autoestima.

Todo gris. Mis días por mas sol que hubiese eran grises, vivía dentro de una película muda en blanco y negro. Todo así hasta que un día alguien tocó a mi puerta justo cuando toqué mi fondo. Dios había permitido que viviese todo lo que viví para que en ese preciso instante de mi vida, alce los ojos a Él. Recuerdo aquel día tan vívido como si fuese este momento. Inolvidable y magnífico.

Caminaba por una calle olvidada de algún barrio porteño mientras mi mente giraba por cómo era mi vida. Hasta que no pude más, no aguanté mas ver aquellas ruinas que eran mi vida. No lo soporté, menos aguantar el sentimiento de desespero por una vida que nunca quise llevar pero que había elegido por mis propias malas decisiones. Alcé los ojos al cielo y le dije que no quería llevar más esta vida y que quería alguien que me quisiese tal cual era. El cielo estaba resplandeciente, volví a ver por muchos años el resplandor de un cielo soleado. Allí estaba Él extendiéndome la mano. Sin saberlo me estaba entregando en alma y cuerpo. Le había abierto mi corazón de la manera que recibí una tranquilidad que nunca antes había sentido.

No pasó mas de un mes cuando conocí por intenet a la quien hoy es mi esposa, ella por su cuenta hacía dos meses que había emprendido el camino de Jesús y ella fue quien me invitó a una iglesia cristiana. Fuimos a Rey de Reyes. Recuerden que no podía soportar la religión y mucho menos ir a una iglesia. Pero fuí, después de 15 minutos y algunas albanzas, creí que me había llevado a la Universal y le pedí que nos fueramos. Pero la semilla no había caído entre las piedras, había caído en tierra fértil. Ella continuó orando por mí. Para este momento el proceso de cambio y gracia que sólo Dios te puede dar estaba en marcha. Cambié de trabajo a uno mucho mejor, dí los 2 finales que tenía colgado de hacía ya varios años terminando la carrera universitaria y tras un robo de mi dni original, opté por aferrarme a Dios. La segunda vez que asistí a la iglesia, ya habían pasado un par de meses, me quedé todo el culto y las palabras del pastor eran justo lo que estaba necesitando escuchar. Pasó algún tiempito y la tercer vez que asistí a la iglesia le pedí yo de ir.

Hoy gracias a Dios y a su proceso de sanación soy un hombre agradecido por su amor y bendiciones, casado con una hermosa e idónea mujer con la que estamos formando una familia con proyectos mútuos, un trabajo en el cual Él me bendice y asisitiendo a una iglesia en Longchamps donde he aprendido mucho de la palabra, Centro de Restauración Familiar Yeshua Viene Ya donde he restaurado las murallas de mi vida en todos los aspectos.

Hoy puedo ver hacia atrás, recordar todas aquellas cosas que viví y me han sucedido solamente como algo pasado, que no trae dolor ya que esas heridas fueron sanadas por la sangre de Cristo. "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." Acepté y entendí que era un ser valioso, tan valioso que había sido comprado por su sangre derramada en esa cruz del calvario.

Hoy con 32 años he tomado mi cruz y sigo sus pasos.

Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Y así es como quiero vivir porque conocí la verdad y la verdad me hizo libre. Me dió un soplo de vida cuando estaba desfalleciendo y un trago de agua de su manantial de agua de vida. Me tomó de entre los desechos, me acicaló cual oveja y me puso sobre mis pies y alentó para que caminara. Hoy declaro en el nombre de Jesús que mis pasos son guiados por su Espíritu Santo y pongo mi vida en el hueco de su mano para que se haga su voluntad en mí y se glorifique su nombre.

Si te atrevés, hacé esta oración desde el corazón y tené fe que Él va a tocar y cambiar tu vida.

"Señor Jesús, te pido perdón por todos mis pecados, te abro las puertas de mi corazón y te recibo como mi único salvador, en el nombre de Jesús. Amén."

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