martes, 11 de enero de 2011

Una burbuja de mi niñez


Una niñez pasada y perdida volvió a nacer. Hoy vi una burbuja transitar entre personas caminando por una calle de Microcentro. Los autos avanzaban mientras que la burbuja sorteaba cabelleras, hombros y cigarrillos. Aquella burbuja captó mi atención. El reflejo de aquella pequeña era hermoso. No sé que le habrá pasado en su viaje, entré al supermercado chino frente al edificio donde trabajo. Quizás habrá llegado hasta Callao o quizás haya sido víctima de la violencia de un auto en Libertad. Quizás se elevó hasta el cielo de las burbujas o simplemente quedó archivada en un escaparate de burbujas perdidas. No sé. Pero quiero recordarla como un contenedor transparente y jabonoso de algún deseo. Quizás sea un anhelo expresado al aire o un suspiro por esa persona que no está o que aún no llegó. Lo único que sí sé, es que aquel contraste entre el cemento, el calor y la momentaneidad de este tiempo chocó contra la realidad efímera de una burbuja perdida en una calle porteña. A pesar de su corta vida, esa burbuja me trajo gratos recuerdos de mi niñez. Recuerdos cuando jugaba con agua mezclada con detergente e introducía aquel aparatito que al desprender de mis labios aire, ése aire se transfiguraba en formas circulares de distintos tamaños y reflejos. Hoy es un día en que mi niñez volvió a vivir. Esos días en que no habían tareas, objetivos, trabajo, cuentas que pagar, jefes, tránsito y una pesadez que aplasta si no estamos bien firmes. Aquellos días joviales llenos de amor, deseos, sueños, anhelos y la incansable necesidad de ingerir mielsitas y naranjú, hoy han vuelto a la vida gracias a esa pequeña burbuja que ví perdida en un horizonte de concreto. Hoy elevo una oración hacia esa pequeña burbuja que supo captar mi atención.

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