martes, 28 de diciembre de 2010

Siempre hay una primera vez

Siempre hay una primera vez, eso no cabe la menor duda. Como la primera vez que probaste ése plato que creías no te gustaba y lo confirmaste, o cuando conociste a Jesús y quedaste con más ganas de conocerlo, o cuando conociste a esa persona que creiste no te iba a dar bolilla pero terminó dándote mucho mas, una familia. Quizás algunas veces son etapas que pisan fuerte en nuestra historia de vida como comenzar el jardín de infantes, la primaria, la secundaria y hasta la universidad. O quizás son novedades como cuando la primera vez que entraste a la iglesia en la que te congregás o cuando volviste a nacer después de aceptar a Jesús y recibir su bautismo. Las primeras veces son eso, primeras veces que no se olvidan pero se guardan en el bolsillo de los gratos recuerdos y si son ingratos, desechalos, Jesús los erradicó de tu vida con su amor.

En nuestras vidas estamos repletos de primeras veces, buenas o malas, todas nos dejan una marca en el corazón. Aquellas marcas malas las sanamos con la sangre derramada por Jesús mientras que las buenas las atesoramos en el corazón como una bendición.

En mi caso, hoy se dá una primera vez que creí, antes de aceptar a Jesús, perdida completamente. Antes pensar en la felicidad, en tener una pareja, casarme, tener un hijo, formar una familia era algo lejano hasta imposible. Como que algo que no me podía pasar y menos a mí. Pero la palabra imposible no existe en el diccionario de Dios como descubrí. La palabra lo dice: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". Y toda mi persona fue fortalecida por Él y encima acepté sus promesas.

Hoy es un día especial en que su promesa se cumplió y se seguirá cumpliendo. Su promesa la tenía sellada desde mucho antes de mi nacimiento. Hoy lo ví, lo escuché y mañana lo acariciaré derramando aquel amor que una vez Dios derramó en mí en ése momento especial que busqué por Él.

Simplemente tengo palabras de bendición y agradecimiento a Él por abrir sus brazos y aceptarme como su hijo, como su heredero. Hoy doy gracias a Dios porque me dió vida, me quitó el velo de los ojos, me liberó de este mundo y está germinando bajo su ala aquello que será para glorificarlo.

Dios los bendiga a todos y añada aún mas. El amor que dá es inmenso tan inmenso que no caben palabras para describirlo. Si quisiera describiría algo ínfimo de todo su espléndido amor. Gracias Señor!!!

Relatos de ayer y hoy presentan...

Les presento mis tres eBooks que pueden descargar sin cargo desde mi web, www.hfaestudio.com.ar

El primero, "Muñeca de Papel", es una historia para chicos que escribí para un concurso de relato juvenil. Estoy evaluando si lo extiendo aún más para convertirlo en novela, pero bueno, primero espero algún comentario de ustedes para ver si les gustó. Lo pueden descargar haciendo click aquí.

El segundo, "Relatos Unicelulares", es una recopilación de relatos cortos que escribí cuando comienzo el camino y aún estando en la puerta, sin estar enteramente en el Señor. Pero ahora los leo y miro hacia atrás y veo que me sirvieron para desoxidarme. Espero les gusten. También pueden escuchar las lecturas de estos relatos en el canal de YouTube haciendo click aquí. Lo pueden descargar haciendo click aquí.

Por último, el tercer eBook titulado "El Viejo y el Roble" lo pueden descargar haciendo click aquí. Es un poco dramático y triste si sólo se lee literalmente, mas si se interpreta entrelíneas se puede vislumbrar luz en vez de oscuridad.

Dios los bendiga, los guarde y no los largue. Prometo subir mas relatos, eBooks y novelas.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Testimonio

Por 29 años no creí en nada, ni en mi propia sombra. En mi casa prácticamente la palabra Dios estaba prohibida. Lo poco que sabía de Dios lo sabía por mi tía Haydee que era católica o por mi madre que asistía también a la iglesia católica de vez en cuando. Pero hablar de la palabra de Dios o leer la Biblia, inadmisible, además de esto mi padre es un ateo acérrimo, lo cual ayudó a mi descreimiento.

Hoy si miro hacia atrás veo varias cosas que sumaron en mi corazón a enojarme con Dios. Estaba enojado, le tenía bronca hasta odio le diría yo. Antes era de enojarme con cualquier cosa, me prendía fuego y muchas veces ese fuego era por dentro. Me quemaba a mí mismo y no explotaba pero por dentro quería romper todo, patear el tablero mal.

La odisea por el mundo comienza a mi ocho años, cuando muere mi mejor amiguito de una enfermedad que no recuerdo. Iba siempre a su casa a jugar. Maxi Cardozo se llamaba. El padre era marino y cada tanto aún me lo sigo cruzando. El tema era que me enojé con Dios porque no podía entender como un Dios que supuestamente era bueno, se había llevado a un nene. Mi madre me dijo que estaba con los ángeles y toda esa mar en coche que fue como soplar contra el viento. No lo pude aceptar. Y lo peor venía cuando ya de grande me cruzaba con su padre al que siempre saludo. En esos momentos lo veía a él y me venía una punzada en el corazón, como que alguien metiera el dedo en la llaga pero con saña. Hubo una vez que, creo tenía unos 20 años y me lo cruzo en una esquina cerca de donde vivo. Lo saludé. Yo estaba llendo para mi casa y cuando lo despedí, camine unos pasos de espalda a él y no pude contener el llanto. No pude. Me destrozó, ver el padre de mi amiguito. Lo primero que pensé fue en lo que el padre sentiría al verme a mí de 20 años, el amiguito de su hijo. ¿Cómo te sentirías en los zapatos del padre? Así, como un garrotazo y me desintegré en llanto. Estuve fácil 1 hora llorando sentado al borde de la cama. Y lo que decía en voz alta era ¿por qué? Un nene, en vez de llevarse un violador, un asesino, no, un nene de 8 años. ¿Qué mal podía tener? Pero bueno, en ese momento no lo ví como lo vería ahora. Dios lo permitió por algo, son esas cosas que a uno lo sacuden y es para que en vez de mirar el jardín arruinado veamos el bosque hermoso que se cierne en el horizonte.

A mis quince mi tía Haydeé muere de un cáncer que la carcomió por dentro. Ya para esa época fumaba y no me importaba nada. Ni siquiera que me descubriesen como lo descubrió mi madre. No me importó, seguí con la mía. La rebeldía de un adolescente tomando los malos ejemplos. Otro detalle que me golpeó mi corazón, que la tía, era una mujer devota a Él. Se murió virgen e iba como mil veces por día a la Iglesia. Ella era católica. Mas aversión a la religión y sobretodo a la católica. Gracias a Dios me alejé de la idolatría católica por los santos. Pero aún así mi bronca, mi odio por Dios iba en aumento. Seguía cuestionándolo por sus decisiones. Para mí esa tía había sido muy querida y buena, mas allá que ella tendría sus rollos y carácter. A eso sumémosle que antes mi abuela estaba postrada en silla de ruedas por una enfermedad y que después fallece. Otra mujer que para mí fué muy buena y amorosa.

Después a mis 17 años cuando estaba empezando quinto año, en medio del desempleo de mi viejo, mi abuelo que había caído en el deterioro repentino se suicida y tuve la fortuna de encontrarlo yo primero. Ver el arma, su agonía final y tener que pasar por ese tramiterío de la policía. Ahí, en ese momento, obviamente estar cimentado en arena, ése suceso me desbarató. Me retrotraje y empecé a regar cada vez más esa semilla de ira que tenía en el corazón.

Ya para esa época escuchaba bandas que identificaba por lo que sus letras decían. Era inconformismo, ira, falta de límites, levantarse contra la autoridad, estar enojado contra todo lo que se me pusiera enfrente. Empecé a desarrollar una idolatría por aquellos cantantes que expresaban cómo me sentía. Y me sentía lleno de ira, odio y bronca. En ese momento no sabía hacia quién eran esos sentimientos. Pero hoy puedo decir que la falta de perdón me tenía agonizando y era un títere del enemigo. Me metí en cualquier tipo de antro, tomar alcohol para mí se había convertido en algo común y cuando opté por dejar de tomar tanto, año nuevo vida nueva, a los pocos meses estaba en la misma. Me veía a mi mismo como un saco de basura, tenía baja autoestima y por sobretodas las cosas estaba resignado. Resigné muchos sueños, proyectos y hasta la oportunidad de tener una familia. En un momento creí que lo podía lograr con mis fuerzas pero comenzaba y ahí terminaba sin nafta.

Ya para este momento mi dolor interno lo exterioricé con dos brazos tatuados completamente. Traduje el dolor interno hacia afuera y así me sentía bien conmigo mismo. Me mentía diciendo que era arte. Sin embargo, tatuarme me daba placer, me sentía vivo. Sí, vivo porque sentía el dolor sobre mi piel y era como reconocer que aún no estaba muerto. Pero la muerte me rondaba de cerca. Tuve mucho espíritu de muerte en mi familia y espíritu de suicidio. Tanta era la cadena que me ataba a esos sucesos pasados que mi mente comenzó a jugar con el pensamiento de matarme. Total, nadie me iba a extrañar. Me sentía solo. Siempre me sentí solo y enojado contra todo lo que estuviera a mi alrededor. Yo sé lo que es ver un cruce de trenes o las ruedas del tren o del subte con cariño, hasta conozco el pensamiento de sostener un arma entre las manos y considerarlo seriamente. Muchos de mis amigos y/o conocidos no lo saben. Pero yo les digo para que sepan, el que quiere suicidarse no se lo cuenta a nadie y se muestra con un disfraz de cierta felicidad mientras que el que avisa sólo llama la atención. Hoy sé que si uno quiere que otro cambie tenemos que cambiar nosotros y qué mejor que de la mano de Jesús.

Para ese entonces con 29 años, mi vida era completamente gris, la depresión era mi hermano siamés. Mi trabajo era estanco, mi vida personal completamente lúgubre y mis proyectos repletos de polvo. Así transcurría mi vida, del trabajo a mi casa, de mi casa al trabajo. Pasaba horas viendo televisión o películas para escapar de mi realidad. Vivía en una casa con paredes descascaradas, una cocina sin tapa del horno, una bombita de luz colgando del techo y el jardín era una mezcla de ciudad apocalíptica con escombros y una jungla de yuyos tan altos como yo. Las persianas de las ventanas siempre cerradas, recuerdo decirle a quien hoy es mi esposa que para qué abrir las ventanas si no tenía nada bueno para ver. Así vivía yo. Mi soledad se había convertido en mi novia, y la idea de casarme y formar una familia se había esfumado hacía rato. Creía que no me lo merecía, que no valía ni un centavo, que nadie se fijaría en mí y que por lo único que podían acercarse era por mis tatuajes. Tenía baja autoestima.

Todo gris. Mis días por mas sol que hubiese eran grises, vivía dentro de una película muda en blanco y negro. Todo así hasta que un día alguien tocó a mi puerta justo cuando toqué mi fondo. Dios había permitido que viviese todo lo que viví para que en ese preciso instante de mi vida, alce los ojos a Él. Recuerdo aquel día tan vívido como si fuese este momento. Inolvidable y magnífico.

Caminaba por una calle olvidada de algún barrio porteño mientras mi mente giraba por cómo era mi vida. Hasta que no pude más, no aguanté mas ver aquellas ruinas que eran mi vida. No lo soporté, menos aguantar el sentimiento de desespero por una vida que nunca quise llevar pero que había elegido por mis propias malas decisiones. Alcé los ojos al cielo y le dije que no quería llevar más esta vida y que quería alguien que me quisiese tal cual era. El cielo estaba resplandeciente, volví a ver por muchos años el resplandor de un cielo soleado. Allí estaba Él extendiéndome la mano. Sin saberlo me estaba entregando en alma y cuerpo. Le había abierto mi corazón de la manera que recibí una tranquilidad que nunca antes había sentido.

No pasó mas de un mes cuando conocí por intenet a la quien hoy es mi esposa, ella por su cuenta hacía dos meses que había emprendido el camino de Jesús y ella fue quien me invitó a una iglesia cristiana. Fuimos a Rey de Reyes. Recuerden que no podía soportar la religión y mucho menos ir a una iglesia. Pero fuí, después de 15 minutos y algunas albanzas, creí que me había llevado a la Universal y le pedí que nos fueramos. Pero la semilla no había caído entre las piedras, había caído en tierra fértil. Ella continuó orando por mí. Para este momento el proceso de cambio y gracia que sólo Dios te puede dar estaba en marcha. Cambié de trabajo a uno mucho mejor, dí los 2 finales que tenía colgado de hacía ya varios años terminando la carrera universitaria y tras un robo de mi dni original, opté por aferrarme a Dios. La segunda vez que asistí a la iglesia, ya habían pasado un par de meses, me quedé todo el culto y las palabras del pastor eran justo lo que estaba necesitando escuchar. Pasó algún tiempito y la tercer vez que asistí a la iglesia le pedí yo de ir.

Hoy gracias a Dios y a su proceso de sanación soy un hombre agradecido por su amor y bendiciones, casado con una hermosa e idónea mujer con la que estamos formando una familia con proyectos mútuos, un trabajo en el cual Él me bendice y asisitiendo a una iglesia en Longchamps donde he aprendido mucho de la palabra, Centro de Restauración Familiar Yeshua Viene Ya donde he restaurado las murallas de mi vida en todos los aspectos.

Hoy puedo ver hacia atrás, recordar todas aquellas cosas que viví y me han sucedido solamente como algo pasado, que no trae dolor ya que esas heridas fueron sanadas por la sangre de Cristo. "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." Acepté y entendí que era un ser valioso, tan valioso que había sido comprado por su sangre derramada en esa cruz del calvario.

Hoy con 32 años he tomado mi cruz y sigo sus pasos.

Jesús dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Y así es como quiero vivir porque conocí la verdad y la verdad me hizo libre. Me dió un soplo de vida cuando estaba desfalleciendo y un trago de agua de su manantial de agua de vida. Me tomó de entre los desechos, me acicaló cual oveja y me puso sobre mis pies y alentó para que caminara. Hoy declaro en el nombre de Jesús que mis pasos son guiados por su Espíritu Santo y pongo mi vida en el hueco de su mano para que se haga su voluntad en mí y se glorifique su nombre.

Si te atrevés, hacé esta oración desde el corazón y tené fe que Él va a tocar y cambiar tu vida.

"Señor Jesús, te pido perdón por todos mis pecados, te abro las puertas de mi corazón y te recibo como mi único salvador, en el nombre de Jesús. Amén."

martes, 21 de diciembre de 2010

La mutación de mi espina

Desde los 8 años que tengo una espina clavada en mi corazón y alma. No es una simple espina de rosa marchita de años, no. No es sólo una tempestad devastadora en alguna costa caribeña o asiática. Es aún mas dolorosa que la muerte con su guadaña afilada con los dientes. Mi niñez acompañada junto aquella espina se había convertdo en un hermano siamés que no habla y está a mi lado oliendo a muerto. Durante aquella niñez se habían sumado tres espinas mas de menor tamaño que inflingian cada tanto una breve comezón de urticaria sangrante. La tríada se fue uniendo a la espina primogenia y así ella tomó mas fuerza.

Crecí y con él creció ella. Ya para mi juventud adulta se había ramificado convertido casi en un rosal de hojas caídas y espinos afilados. Pero no sólo había crecido en tamaño sino que había logrado tener una voz. Si, voz. Cada tanto la escuchaba diciéndome palabras austeras y tristes, ásperas y amargas. Pronto comencé a tener charlas profundas con ella. Charlas sobre la vida, el amor, la carne del cuerpo, los deseos desenfrenados y hasta sobre la muerte. Sin saberlo se había ramificado desde mi corazón hasta mi mente logrando convertirme en un títere sin cabeza. Ella se había apoderado de mí. Me mantenia alejado de la realidad, encarcelado en un rincón rodeado de ofidios engreídos que con su ponzoña me mantenían al filo de colmillos sedientos de un poco de mí.

Claudicando mi persona dejé llevarme a las zonas oscuras de mi interior. A esos recovecos que nunca quise ir. Mas allí me encontraba, fiel testigo de una verdad que se desvanecía. Una verdad que blasfemaba, una verdad que moría en mi interior.
Divagando por aquellos paisajes áridos y lúgubres de mi alma como los páramos secos de una historia perdida, encontré un color en medio de una noche gris oscura. Mientras mis pies pisaban sizañas mis ojos secos comenzaron a desprender cenizas en vez de lágrimas. Algo quemaba por dentro. Pero no supe qué. De la nada, una nube negra cubrió mi despilfarrado cuerpo. Continué taciturno por entre aquel nubarrón de neblina implacable mientras aquel color se perdía en el horizonte baldío de ése desierto de sombras. La nube me escupió hacia atrás como una marejada. El viento y la hojarasca me elevaron por los aires y en aquel baile desenfrenado me hallé viajando en un vagón de tren amontonado con pasajeros sin rostros. No habían ojos para verme ni oídos para oirme ni bocas para hablarme. Sin embargo, giraban sus cabezas a donde yo me movía. Corrí por los pasillos de los vagones de ése tren antiguo escupiendo humo oleoso por su chimenea catatónica hacia la luna blanquecina. Corrí y corrí viendo rostros vacíos que perseguian mi movimiento como chacales acechando a su presa. Me sentí desnudo y frío, sin embargo mi abrigo estaba conmigo. Corrí y corrí pero los vagones no terminaban, pronto me hallé en el vagón comedor donde todos cenaban platos repletos de gusanos, samuros y larvas, cada uno de ellos tenía rostro a mí. Me habia vuelto su alimento pútrido en sus tenedores de tridentes. Mi cuerpo comenzó a cubrirse de algo negro que reptaba sobre mis harapos viejos. Salí expulsado como bala de cañón de piratas enjutos y barbudos buscando ése oro alguna vez prometido. Los magros músculos de mi cuerpo explotaron y el mecanismo de mis rodillas se expulsó empujando mi ser hacia una carrera inconclusa. Los vagones seguían apareciendo como inacavables guijarros en torbellinos de enjambres de moscass succionadoras de heces.

El golpe explotó en mi pecho expulsándome varios asientos hacia atrás. La puerta de la locomotora se cernía pesada e impenetrable. Mis puños se cerraron como candados y convertí aquellas extremidades en mazas de acero forjado. Golpeé y golpeé hasta que la primer grieta comenzó a formarse. El hierro cedia a mis nudillos de martillos. Comencé a sentir cómo las fuerzas volvían a mi interior. La puerta cedió y abierta mostró al flagelador de aquella locomotora desvocada en rieles directos al infierno carcelero de una muerte segura.

Un hombre con sombrero de copa y rostro pintado de calavera se sonrió al verme y su carcajada acribilló mis tímpanos como agujas filosos crucificando pulpa. Sentí esas agujas abrirse paso por mis venas secas hasta donde mi espina se uniría junto a ellas. Cerré mis ojos, tape mis oído y como un ovillo de lanas frente a un felino, jugó conmigo hasta hartarse y escupirme en medio de un calabozo sin luz ni aire, enviciado por una humedad de mentiras y falsas verdades.

Desparramado sobre el piso frío de aquel calabozo forrado de moho, encontré una revista vieja y descolorida de siglos. Sus hojas se convertían en cenizas al tocarla. Pronto, al pasar ceniza de hoja por ceniza de hoja, una imagen captó la atención de mis cuencos vacíos. Una mancha de color se formaba con el impacto incesante de gotas doradas que se filtraban por el techo. Elevé mi cabeza y el dolor fue infartante, el cuello estaba duro como un tronco seco y algunas vertebras se transformaron en torturadores. Y allí estaba. En el techo de aquel calabozo que se iba inundando con una brea negra y vizcosa. El techo comenzó a ceder y el goteo se convirtió en un torrente de pintura lumínica que bañó mi cuerpo cadavérico y el calor que me sobrecogió me extrajo de aquellos recovecos oscuros de mi alma a la conciencia en vida.

La espina se secaba y con ella las heridas se sanaban. Pronto volví en sí y me ví volver a mi verdadero cuerpo, mientras mis ojos se clavaban perdidos en un pensamiento hacia un sol radiante en medio de alguna calle de algún barrio de una ciudad que vió tragarme y ahora me devolvía a mi verdadero camino.

Relato extraído de mi segundo E-Book "Relatos Unicelulares" que pueden descargar aquí.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Balance 2010 | Todo lo puedo en Cristo que me fortalece

Cuando llegamos a esta altura del año, uno mira hacia atrás y observa todo lo que pasó. A veces es mucho, a veces poco pero nuestra mirada siempre queda hipnotizada por aquellas cosas que no hemos realizado.

¿Acaso somos dueños del tiempo? Por supuesto que no. Y por ello mismo es que en este último tramo del 2010 nos quedamos sin aire, exhaustos por toda aquella mochila que cargamos con todos esos proyectos, sueños y anhelos que no hemos podido cumplir.

Alrededor nuestro hay varios factores que nos empujan al desgano, a dejar para mas adelante algunas cosas que queríamos terminar sí o sí este año. El mundo, la sociedad, accidentes, manifestaciones, decretos, la economía, la parentela, etc., todo lo externo nos afecta directa o indirectamente. Sin embargo, aún estamos de pie. Hambrientos por más, es que buscamos incansables aquellas bendiciones que nos ha prometido. Mas cuando aún no las vemos nos impacientamos, nos inquietamos y terminamos hasta pateando el tablero. Gritamos basta, bajamos los brazos y nos lanzamos a un viaje despavorido por el desespero. El incansable enemigo se relame los labios cuando nos ve desbocados y es ahí que pone una bomba de tiempo. No nos falta mucho para terminar destruidos. Para que ese relojito llegue a cero y estallemos en cenizas.

¿Es tan prioritario cumplir todo lo que nos planteamos en este año? Sí, puede ser que así sea, pero queridos hermanos en la fe, nuestros tiempos no son los del Padre, nuestros pensamientos distan mucho de los suyos.

Miramos hacia atrás y refunfuñamos por lo no logrado. Hermanos, no nos ofusquemos por esas pequeñeces. Que nuestros ojos no se posen sobre esos anhelos, proyectos o sueños truncados. Que nuestra mirada se ponga sobretodo aquello que logramos con Cristo Jesús. Quizás eso que logramos para nosotros no sea lo mejor o lo primordial, pero si Dios permitió que lo lograramos, es porque es mas que bueno. Es una bendición. Deleitémonos por aquellas cosas cumplidas por mas minúsculas que sean. Seamos humildes ante nuestros logros mas grandes y mas pequeños. Dios nos ama y envió a su hijo por nosotros. Glorifiquemos a Dios por semejante amor. Quizás no terminaste la casa, no cambiaste tu trabajo por uno mejor, tu suegra aún no se fue de tu casa o el gato sigue escupiendo bolas de pelo por la alfombra, pero con Cristo aún podemos lograr eso que nos quedó en el tintero. Y si mantienes la visión en lo tangible, cambia de punto de vista. Quizás humanamente te sientas estancado pero observa tu crecimiento espiritual y verás aquello que es aún mejor que todo lo que está bajo el sol.

Si tenés proyectos, anhelos, sueños y muchas cosas más que quieras cumplir, no lo dudes, ponelo en las manos de Dios y confiá en Él. Todo aquello que anheles será cumplido, tenés su promesa. Dios espera esa necesidad, confiar ciegamente en Él.

No pretendas ir mas rápido de lo que Él quiere para vos. Acelerarnos puede hacer que trastabillemos y perdamos la carrera. Hay momentos de correr, momentos para trotar y momentos para caminar. Quizás éste, tu momento, sea el de correr, pues corre. Si tu vida alrededor está pausándose, baja la velocidad y trota. En todos estos momentos lo mejor para hacer es disfrutar del paisaje, de todo aquello que Dios nos legó. Si en este momento estas caminando por ese paisaje, disfrútalo, estás tomando aire nuevo para arrancar una nueva carrera en victoria.

No dudes de Él. Cumplir la promesa que te dió está en su agenda marcado con fibrón rojo, sólo que tu agenda no es la misma que la de Él.

Dios te bendiga y que este 2011 comiences con tus ojos en Él, tu faro guía. Dejaste atrás una barcaza, es hora de convertirte en un acorazado que se dirige hacia el horizonte de las bendiciones. Enciende las turbinas, éste será una gran travesía.

sábado, 18 de diciembre de 2010

El corredor del bosque

Hacía ya bastante que estaba corrien en aquel maratón, casi toda una vida.
El comienzo fue a paso firme y constante. La respiración la mantuvo bien regulada y los pasos fueron cortos pero precisos. La carrera habí aempezado bien. De tanto en tanto, según la pendiente del suelo, aceleraba o disminuñia la marcha para no cansarse de más. Estaba bien entrenado.
Los años con su entrenador fueron fructíferos. Aquel hombre le había enseñado bien las técnicas de cómo correr en una maratón. Todo lo que sabía lo había depositado e invertido en él. Juntos realizaron varias pruebas antes de largarse a la competición. Competir en una maraton no era para tomárselo a la ligera y lo que menos quería hacer era subestimar semejante carrera.
El equipo equipo de carrera le funcionaba excelentemente. Las zapatillas eran ligeras y aireadas al igual que la vestimenta. La cantimplora adosada a su espalda era un fiel asociado para esta travesía a campo traviesa.
La largada había sido ubicada en la ciudad donde el asfalto llano proveía poco obstáculo. De allí salió hacia el campo junto a una troupé de otros corredores. Los pastizales altos y la tierra blanda amedrentaron al corredor y a los otros competidores, sin embargo se mantuvo firme en su carrera. Aquellos pastizales fueron una guillotina para todos los corredores pero él siguió firme. Las zapatillas comenzaron a pesarle por el barro del campo de trigo. Mantuvo el ritmo. Prosiguió pues sabía donde estaba la meta y aún mejor, conocía el premio. Debía mantenerse en ritmo. Más adelante, frente a los campos, un camino sinuoso le esperaba entre árboles secos y húmedos de un bosque en el que nunca antes había incursionado.
Aquel camino resultaría el tramo final de la carrera.
Tras aquellos árboles gruesos y frondosos, la cinta de llegada aguardaba por él. Una cinta de seda roja bien reluciente. Imaginó el placer, el gozo y la dicha de la llegada. El momento exacto en que cruzaría la meta y la cinta se cortaría como un hilo de algodón de azúcar. Glorioso. Sintió el champagne bañar su cabellera, los abrazos de sus seres queridos, la copa de oro elevada sobre su cabeza, el viento acariciando su rostro y las trompetas sonando alto en alabanza. Podía saborear semejante caramelo.
El bosque era inmenso y se cernía alto e impenetrable frente a sus ojos. Aún faltaba mucho camino por recorrer. El sendero se convirtió cada vez en más sinuoso y angosto con curvas imprevistas y bancos de hojas secas ocultando pozos entre raíces secos de árboles caídos. Piedras, ramas, colonias de setos espesos y plantas venenosas comenzaron a invadir el camino. Pronto, el sendero había perdido sus límites. Ya no distinguía el sendero del bosque. Comenzó a inquietarse mientras continuaba la marcha. Un sudor frío recorrió su cuerpo. El pelo caía sobre sus ojos que escurrían las gotas saladas de su frente produciendole ardor en los ojos. Un ardor que traía miedo. El miedo lo había apoderado. Sintió como un peso, como si algo se hubiese aferrado a su cuello como una soga atada a una piedra. El bosque se tornó más espeso. Las ramas rasguñaron sus brazos, sus piernas y su cara. Aquellos rasguños comenzaron a arder. Sus piernas dejaron de funcionar, la picazón de las heridas succionaron sus fuerzas. Agotado y solo. Listo para la derrota. Agotado e inclinado, miró hacia ambos lados buscando una salida. Nada. El bosque lo había engullido.
La mañana se había convertido en tarde y con ella una bruma espesa cubrió todos los rincones de aquel bosque. Un laberinto. Mientras caminaba tratando de volver al sendero, algún claro, hacia algo... el bosque cayó en penumbras. Nada. Nada excepto oscuridad.
Prosiguió a tientas golpeándose contra ramas y arbustros. Los sonidos nocturnos trajeron aún mas miedo. Estaba perdido. Su final estaría cerca, pensó. Quizás. Quizás si no hubiera aceptado el reto estaría bien, seguro. Debía mantener el calor corporal antes de que sea muy tarde.
Una luz moribunda a lo lejos. Entre garras de ramas secas una luz como de luciérnaga lo llamaba. Hacia allí fue. Arrastró su cuerpo somnoliento hasta llegar al pórtico de una cabaña de madera seca y vieja. Antes de tocar a la puerta, ésta se abrió. Detrás, un fuego de leña emanaba su calor y relucía en la habitación frente a un par de sillones y una mesita sosteniendo un plato caliente listo para comer. Dudó. Un jóven apareció por detrás de la puerta invitándolo a pasar.

-Bienvenido, te estaba esperando.
-Yo... estoy perdido, perdí el rmbo en algún punto del bosque y...
-Y quisieras volver al camino.
-Sí.
-El que pide ayuda le será dada. Pasá y recobrá tus fuerzas, las vas a necesitar.
-Gracias.

Entró y sentñandose en el sillón tomó el plato de comida y bebió de su agua. El fuego estab en su plenitud y él estaba gozoso. El jóven se sentó en el otro sillón frente a él. Aquel hombre de la cabaña comenzó a observarlo mientras devoraba la comida. Se placía mucho ver al corredor ingerir el alimento y la bebida. Una sonrisa de complacencia se dibujó en su rostro. El color de la piel del corredor se vitalizó, el sudor se habñia ido y el frío, ya no sabía lo que era eso. Hasta el miedo había huído despavorido. Tras terminar el último bocado se reclinó y levantó los ojos para conocer a su benefactor. Sus ojos descubrieron un hombre jóven de gentil aspecto.

-Gracias, lo necesitaba.
-Lo sé, por eso es la cabaña.
-No entiendo.
-Esta cabaña. para corredores como vos, es un manantial de agua viva en medio del desierto. Comenzaste bien la carrera pero las fuerzas de los hombres tienden a desvanecerse. No son constantes. ¿Hasta cuando generación de incrédulos? Por eso, aquel que viene a mi cabaña, es saciado para que así prosiga su carrera a la meta. Este es el momento que mas me alegra, verte recobrar las fuerzas para seguir adelante. Allí afuera sigue el mismo bosque que te devoró, que quizo destruirte, que estuvo a punto de matarte. Siguie siendo el mismo bosque que te está esperando pero al horizonte hay un faro que se ciern majestuoso e inquebrantable para aquellos que se entregan a mirar su luz.

Fuera de la cabaña, la noche era aún mas espesa. Con la cantimplora rebozante de agua viva, salió decidido a terminar la carrera. Su marcha era firme y decidida. La luz de aquel faro lo guiaba como un acorazado hacia la inmensidad de aquel bosque que observaba obstinado la victoria de aquel corredor.

Un sonido poco agradable

El sonido cesó, entonces corrió a su habitación donde estaba su libro de notas. Tomó la lapicera y escribió frenéticamente mientras recordaba aquel sonido. Le había dado escalofríos pero no tuvo miedo. Seguro había sido el viento azotando las ramas de los árboles ya secas por el otoño, se convenció.
Terminó de escribir el mensaje y quedó perplejo cuando volvió a escuchar los arañazos de las ramas sobre la ventana. Se acercó a la ventana de su habitación con la lapicera en la boca. Sólo la oscuridad nocturna iluminada por la luna y alguna que otra luz de los pórticos de sus vecinos. Volvió a sonar aquel mismo sonido. Esta vez, sí sabía de donde provenía. La ventana junto a la puerta de entrada. Le pareció extraño ya que no había ni árboles ni arbustos tan cerca como para hacer semejantes arañazos sobre el vidrio. Quizás algún gracioso o peor aún, pensó, alguna persona que había dado con su domicilio. No podía ser se dijo. Aquella hipótesis era descabellada. Había tomado todos los recaudos posibles para que nadie diese con él. Hasta tal punto que no había hecho amigos en el barrio. Se había mantenido alejado de relacionarse con sus vecinos y hasta compraba sus alimentos en otro barrio alejado donde nadie nunca podría conocerlo.
La preocupación lo había asaltado completamente. Tenía miedo. Su mente iba y venía por todos aquellos rostros que alguna vez había visitado en sus casas para exhortarlos a hacer lo correcto. Sonrió cuando pensó en la palabra correcto. Con el siguiente sonido, sus nervios se crisparon a tal punto que tomó la escoba en sus manos a modo de defensa. Un nombre resonó como eco en su cabeza, Irma Bulacio.
Irma Bulacio era una jubilada de 80 años que vivía en Recoleta que aceptó sus palabras y no volvió a saber de él ni él de ella. Pero seguro estaría en algún asilo del Estado. Era una anciana decrépita. Recordó la última vez que fue a visitarla. Fue fácil convencerla, salió feliz y con la panza llena después de todo un festín. Ella no podía ser pero con cada sonido que retumbaba por toda la casa, su imagen golpeaba y se calaba más profundamente. Era como si ella misma estuviese abofeteándolo en persona. Si era ella no podría hacer nada, era una anciana débil y sin familia. Si la asustaba de seguro sufriría un infarto, la tarea era fácil. Se animó a enfrentarla.
Miró através de la mirilla de la puerta. Nada ni nadie. El sonido volvió a repetirse. Sonido agudo, calador y mortificante. Comenzó a odiarlo a tal punto que destrabó la puerta y de un tirón que casi desconyuntura las bisagras de la puerta con un grito rabioso salió al umbral esperando encontrar a esa anciana decrépita. Nada. Silencio y oscuridad. Noche y frío de otoño. Escalofrío y taquicardia. Dolor en el pecho y desvanecimiento.

Irma lo observaba desde su silla de ruedas. Otra persona a su lado meneaba su cabeza mientras observaba semejante imagen lastimosa. Un hombre yaciendo en el sucio piso de las consecuencias de sus actos. Irma tomó el bastón que estaba acostado sobre su falda y se levantó hacia el cuerpo que comenzaba a recobrarse. El otro hombre, rubio y esbelto, penetró con sus ojos azules el alma de Carlos Roberto DoBallesteros. El saco de mugre tirado sobre el piso gimió y se retorció. Aquellos ojos indagaban por una pizca de arrepentimiento. Vacío. La anciana se arrodilló a duras penas y colocó su mano sobre la cabeza del caído. Habló sin emitir sonido mas se escuchó en el vacío nocturno un "te perdono". El rubio levantó a la anciana devenida en una jóven coqueta de veintitantos años y la apartó hacia un lado. Tomó a Carlos Roberto que no comprendía que estaba suscediendo.
Sentado en la silla de ruedas de la ancianita, Carlos Roberto se aferró al brazo fornido del hombre que al girar logró desprenderse de él. Mas un último manotazo logró apresar algo. El rubio fuerte sintió una pinchazo, como si un mosquito lo hubiere picado.
Carlos miró su mano. Una pluma blanca que comenzó a desvanecerse hasta desaparecer completamente. Al querer asegurarse de lo que había visto, el hombre y la jóven Irma ya no estaban. Su cuerpo devenido viejo y su mente comprendieron al fin.

La hoja que había sido escrita frenéticamente por Carlos Roberto, yacía en el piso de su habitación. En ella versaba un nombre y unos números...

...Jeremías 21:14.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Mi muñeca está llorando

La ví desvanecerse entre las gotas de lluvia que se arrastraban en caída sobre el vidrio de la ventana. El viento arremolinó unas cuantas partículas de agua sobre su rostro y sus ojos quedaron al descubierto.

Aquellos ojos poseían un no sé qué y un qué se yo que capturaron mis sentidos. Toda mi atención se centró en esa mirada perdida en el vacío de un cielo que regalaba sus lágrimas. Parecían dos círculos flotando entre las ondas del mar. Comencé a jugar con mis pensamientos indagando al silencio sobre aquella muchacha que regalaba sonrisas a la lluvia. Pómulos rosados resaltaban el celeste de algodón de un mar de blanco. Sus labios finos desprendieron palabras al aire que se fundieron con su pelirojo pelo largo que juguetón las atraía como sirenas a marineros.

Había sido una visión deslumbrante que no pude ni quise sacarme de mi mente. Aquella había sido un arcoiris cuando la lluvia cesó su visita.

Mi vecina, una sirena pelirroja con ojos de cielo. Una muñeca. Mi muñeca que estaba llorando cuando la lluvia desprendió su última lágrima. Mi muñeca estaba llorando y no sabía por qué. ¿Cuál era el motivo? Debía investigarlo, debía saber, debía hacer algo.

Quizás sólo necesitaba un camino para llegar a mis brazos, yo lo pintaba. Quizás el frío congelaba su dulce cuerpo, mis brazos pueden ser un abrigo cálido, se los entregaría. Estaba llorando... quizás un amigo con quien hablar, pero no podía ser yo.

No me contuve, sus lágrimas eran mías y corrí hacia su puerta recia de hojalata. El timbre retumbó sobre mis oídos mas ella aún estaba contra la ventana escurriendo angustia. Esperaba por mí. Lo sabía. Allí. Mi respiración entrecortada sumbaba amor por ella. El silbido de mi corazón cantaba una sonata de encuentro. El timbre volvió a retumbar en mis tímpanos y ella dejó aquel pedestal de ventana. Había desaparecido del lugar donde mi muñeca lloraba. Muñeca de porcelana de injertos rojizos. Piel de porcelana suave y tersa. Ella llegaría a mis brazos en un suspiro que atraparía entre mis labios.

Aquellos minutos fueron eternidad. Esperé y esperé por ella. Esperé por contemplar esos ojos celestes ante mi rostro. Aquel rostro de porcelana se fundiría con el mío. La puerta se abrió. Ella salió al umbral de la puerta. Allí estaba ella, erguida y hermosa, suave y deslumbrante. Mirando mas allá de mi entendimiento por sobre mis hombros. Sus mejillas húmedas por las lágrimas conmovieron mi ser. Allí estaba mi muñeca de porcelana esperando por mí.

-¿Sí? ¿Quien és?

El amor lo pudo todo, a pesar de sus ojos perdidos en la inmensidad de horizonte mis brazos fueron su abrigo y pinté un camino junto a ella.

HFA Storytellings por Alejandro Alarcón

Me presento en este, el primer post de este blog, como una persona que gracias a Dios puede hoy sentarse frente a un monitor y tipear letras, palabras, párrafos y porque no historias, relatos, cuentos, poesías y novelas.

Amo leer y creo que de tanta lectura terminé amando escribir. Escribo cuando puedo ya que no me dedico a esto, sin embargo, es mi medio de escape creativo. Soy diseñador, lo que insume de mí alguna cuota o porción de creatividad pero la palabra impresa, escribir, es una creatividad inconmensurable. La posibilidad de crear mundos, dimensiones, personajes, situaciones y lo que se te ocurra es como un elixir. Saber que podemos inventar todo un mundo con nuestra simple imaginación tatuada en una hoja de papel, en este caso una pantalla, es invaluable.

Libertad de expresión. Libre al fin de todo aquello que condiciona, este, pretende ser un reducto donde expresar vivencias, historias, relatos y todo aquello que ebullicione desde el hemisferio creativo de mi cerebro para vertirlo ante tus ojos y que sea o no de tu agrado.

Contra gustos no hay nada escrito, por eso espero este sea un lugar donde puedas encontrar eso algo que te guste y que te disguste también. Lo que generalmente no nos gusta o no estamos de acuerdo es un punto de partida para disfrutar la vida porque es un medio por el cual sabemos que estamos vivos. Discurrir con alguien, entablar una charla acalorada, te hace sentir vivo. Te hace sentir que podés expresar aquello que guardamos y que quizás no soltamos por el hecho que no encontramos con quien ponerlas sobre la mesa.

El absurdo, la metáfora, el sueño, la imaginación condicionada de algo o alguien, el reemplazo de personajes por objetos con palabra propia y muchas características mas son recursos de los cuales soy usuario y espero utilizar en este lugar.

Te quiero agradecer por tu lectura y espero sea de tu agrado los futuros post.
Está abierto a comentarios y/o críticas constructivas.

Me despido deseándote un día repleto de bendiciones.
Que Dios te bendiga, te guarde y no te largue.

HFA Storytellings | Alejandro Alarcón.-